martes, 5 de abril de 2011

"Si no combatimos la obesidad nuestros descendientes vivirán menos que nosotros"

–¿Qué falla en la prevención de la obesidad?
–La obesidad es un problema muy complicado de resolver. Los padres tienen cada vez menos tiempo para preparar la comida y comer con los hijos. Cada vez se come más fuera de casa y se echa mano de las comidas rápidas, hipercalóricas y desequilibradas. Dietas como la mediterránea y la atlántica se están abandonando. Y luego, los niños llegan a casa y se sientan delante del ordenador o de la consola; no hacen ejercicio. La alimentación, la mala alimentación, es, después del tabaco, la segunda causa exógena de muerte. Algo tenemos que hacer. Vivimos en la era de los trasplantes, los bypass y las células madre y sin embargo, el médico falla en su capacidad para enseñar al paciente a comer bien.

–¿Qué hacer entonces?
–Educar. El problema es que no educamos en algo tan importante como comer bien. En los colegios se han quitado las máquinas expendedoras de bebidas azucaradas, pero se sigue sin impartir conocimientos sobre nutrición.
–Pero en la obesidad, la genética también es un factor determinante, ¿no?
–Es cierto que hay personas más propensas a engordar que otras. La obesidad es un cincuenta por ciento genética pero, aunque ésta no se puede modificar sí podemos conseguir que esos genes se expresen menos modificando el ambioma, ese conjunto de elementos que rodean al individuo. En la obesidad, la carga genética es importante, pero la ambiental es incuestionable. Los genes eran iguales hace cincuenta años, lo que sucede es que ahora se expresan mejor por factores externos favorables. El estrés causa trastornos en el sueño y hay estudios que demuestran que quienes duermen mal tienen mayor propensión a ganar peso porque la falta de sueño altera hormonas como la leptina y la grelina, implicadas en el apetito.